domingo, 13 de abril de 2014

Anécdotas anitofídicas...



Mati y Goldy están desde ayer en la isla… Hoy a las 13:00hs suena el teléfono: era Mati.

- ¿Hola?
- ¡Hola, má!
- ¡¡Hoooooola, Pochiiiiii!! ¿Cómo estás? ¿Qué andan haciendo? 

Él, con aire de superado y tono canchero, responde: Acá estamos… recién matamos una yarará.
Yo, intentando fallidamente controlar la histeria, comienzo el interrogatorio: ¡¡¿¿Qué??!! ¡¡¿¿Cómo que una yarará??!! ¿Y vos donde estabas? ¿Qué hacía papá? ¿Dónde está la víbora ahora? ¿Y donde está papá a-ho-raaa?
 - Má, traaaaaaanqui (sí, sí… el pibe estiró el sonido por varios segundos, como tratando de que yo me relajara). La matamos (ojo, dijo “matamos”). Era más grande de la que lo picó a papá. Pero estamos teniendo mucho cuidado. Además, estamos con las botas… Me guardé el comentario sarcástico, y lo dejé solo en mis pensamientos: ¡¡Pfff!! Están con botas; un alivio bárbaro me da...
  
En fin, yo quería preguntarle mil cosas y él, con pocas palabras y muy tranquilo me seguía explicando cómo venía la cosa:  Papá me contó que cuando una víbora muere, su compañera la “huele”, así que estamos esperando muy atentos por si aparece…. Y estamos teniendo mucho cuidado.

Claro, si con lo de las botas no era suficiente, él ahora me aseguraba que estaban tomando todas las precauciones. Y volvió a repetir que estaban teniendo cuidado. En ese momento me pregunté si no habría ensayado este ping-pong de preguntas y respuestas con Goldy, antes de llamar…

Pasados sus detalles y mis mil y un consejos, el diálogo siguió…
- Y anoche pasé un poquito de frío… pero dormí bien igual.
- ¡¡¿¿Cómo que pasaste frío si tienen un florrrr de equipo??!! ¡No pueden haber pasado frío! ¿Le dijiste a papá?

Sin responder a tanta pregunta*, y con el mismo tono del comienzo, me cuenta otra “penuria”.
- ¿Y sabés qué? Ando con una astilla en el dedo. Bueno, en realidad son dos… Es que estuve trabajando con papá. Moví unos troncos. Pero tranquila (¡opa! otra vez la misma palabrita… me pregunto qué imagen tiene el chico de mí… jajja), papá me la va a sacar en un rato.

Lo escuchaba hablar y no era el Mati nene. Era otro. Uno más grande; uno orgulloso de estar con su papá haciendo “cosas de grandes”. Y yo me alegré. Me alegré de sentirlo así, tan seguro, tan feliz… y también me alegré de saber que en el botiquín de la lancha ¡¡hay decadrón y un suero antiofídico!!. De eso, sí que me alegré.

*El que no zafó de responder fue Goldy, claro está. “Por más bolsa de dormir para -40° que uno tenga, si le abre todos los cierres, de nada sirve. Y Mati abrió to-dos los cierres.”