Mora es huérfana. Su mamá murió intentando parir al segundo potrillo. Ni
ella ni él tuvieron suerte. Solo quedó la yegüita en la isla… rodeada de otros
animales, pero sin su mamá.
El puestero (cuidador) no podía hacerse cargo de “la bebé”, ya que no iba
a estar todos los días en la isla, y ella requería – como todo recién nacido - cuidados
constantes. La disyuntiva estaba plantada: la yegua quedaba en la isla y moría
o alguien se trasformaba en “madre
sustituta” y le daba una oportunidad de vivir.
La “madre” resultó ser un “padre”, Goldy, que ni bien se enteró dijo: “la yegua
viene acá”. Y no se agregó más nada. Tres días después, Mora llegaba,
flaquísima y asustada, a casa. Me tocó recibirla. No sabía qué hacer. Le hablé
suavecito y la dejé hasta que llegó Goldy. ¡Y comenzó la aventura!
A una hora de haber llegado a casa.
Tuvimos que salir a comprar de "urgencia" una mamadera y leche.
Mati y Meli no podían creer que tenían un caballito de mascota. Con Goldy éramos un
poco más cautelosos en emocionarnos y encariñarnos (cosa que no logramos en
absoluto, aclaro) porque sabíamos los riesgos que corría. No pudo tomar el
calostro de su mamá, que le aporta nutrientes necesarios, varios de los cuales,
esenciales para que desarrolle su sistema inmunológico.
La hora de la mamadera. No hay problema si nos olvidamos.
El relojito interno de la yegüita suena cada 2hs y ella relincha para recordarnos.
Los veterinarios de nuestra ciudad no se dedican a grandes
animales. Goldy viajó a Crespo para ver a algunos, llamó por teléfono a otros y
preguntó a cuanta gente de campo conocía. También empezó a leer muchísimo para
informarse más de los cuidados que “la bebé” necesitaba. Yo también contacté a
algunos más. ¡No alcanzan las palabras para agradecer lo que cada uno hizo, a
su manera, para darnos una mano!
Para entenderse, no hacen falta las palabras (Goldy, chocho... ¡ja!)
Yo fui la que le puso nombre: “Mora”. Me gustaba como sonaba. Mora blanca…
Arriba del felpudito que suele usar Tina para acostarse.
Como familia, vemos como pasan los días y Morita
sigue creciendo. Es súper cariñosa. Es como “un perro grande”. Cuando estamos cerca, ella viene y con la
cabeza nos hace “caricias”. También se pone de costado y con su cuerpo nos “empuja”
para tocarnos y estar bien pegadita a nosotros. Responde muy bien a su nombre y
obedece al llamado (casi siempre…).
La combinación perfecta entre la amistad del hombre y el animal: la confianza.
Hoy Mora cumple tres
semanas. Cuando esté más independiente (y no tome la mamadera cada 2,5hs
durante el día!) volverá al lugar donde nació, a su hábitat natural. La vamos a
extrañar, pero sabemos que ése es el lugar donde debe estar.
No se puede agregar nada más después de leer esta entrada... Sólo que han logrado estrujarnos el corazón de amor por este animalito tan noble y afectuoso (como todo animal al que le brindan amor y cuidados). Queremos conocerla y emocionarnos en vivo y en directo con la misma intensidad que nos produce ver las fotos y leer los comentarios. Un beso grande!! Mamá.
ResponderEliminarQue ternuraaaaa! Parece un suenio todo. Me encanta... Mora...
ResponderEliminarVengo de la mano de Marli.....buaaaaaaaaaaa que preciosa historia, como me reconforta el alma!!!!Felicidades Titi y flia..por el hermoso corazon que tienen :D
ResponderEliminarMá: ya tuviste la oportunidad de tenerla en vivo y en directo... Un amor.
ResponderEliminarMar: Si venís para las fiestas, la conocés... Luego..mmmm, no creo.
Cathy: gracias por tus palabras. Saludos.