sábado, 12 de abril de 2008

Qué bueno que es sábado.

Ha terminado una semana brava. Hubo muchas actividades y, como siempre, poco tiempo. Goldy estuvo más a full que de costumbre y yo no me he podido quedar atrás. Gracias a Dios, hoy es sábado y puedo dejar de lado por unas horas las preocupaciones, las idas y venidas a las apuradas, y por lo tanto, el estrés.
Hace unos diez minutos la casa quedó en calma. Mientras los gordos duermen y yo espero que caigan los Bona que están viajando desde Tandil, aprovecho a contarles un poco de estos últimos días.
Algo que merece ser contado es el hecho de que Meli (a pocos días de haber cumplido su primer añito de vida) ha dejado de tomar la teta. El proceso de “destete” se fue dando de forma muy natural, y a medida que fue incorporando comidas, fue dejando de tomar. Así fue que desde hace un par de meses, sólo quedaba “la teta de la madrugada” (un par de horas antes del desayuno). Sé que no era realmente necesaria, pero era la única que quedaba y yo tenía intención de darle por lo menos hasta el año (Mati la dejó a los 14 meses).
Y bueno, ayer decidí que había que darle corte a las levantadas para que la gorda tomara 5 minutos de teta y se volviera a dormir. El proceso fue muy rápido. Meli se despertó a las 5am. Fui, la di vuelta y le dije que se volviera a dormir. Lloró minuto y medio y se volvió a planchar hasta las 8am. Muy bien por ser la primera vez. Veremos qué pasa esta noche.
Igual no me preocupo demasiado, ya que desde que Meli come “lo mismo que la familia”, no hay quien la pare. Cuando Mati empezó a comer, nos dimos cuenta que no podíamos poner las ensaladas junto con el plato principal, ya que siempre quería lo más suculento. Desde esa época, comemos el plato principal luego, y todos contentos. Para que se den una idea de que no exagero cuando digo que la gorda no va a extrañar la teta, les cuento su almuerzo de hoy: comenzó con una ensalada de zanahoria y repollo, pepinos cortaditos bien finitos y unos tomates (lo de Mati fue igual, solo que además comió rabanitos. Según él, “pican, pero gustan”…). Luego vino el guisito de lentejas y arroz integral, que se bajó como el primer bocado. Obviamente, también hubo postre – los de cajita, nomás… ¿Entienden lo que digo?
Luego del sustancioso almuerzo, decidí llevarlos a pasear. Salimos a caminar y terminamos en el tambo de la UAP. Pensé que sería interesante que Mati, además de cantar que “la vaca da leche”, supiera dónde lo hace. Fuimos “al lugar donde las vacas nos dan la leche” y pudimos estar muy cerca de ellas, de unos cuantos terneritos y un par de caballos.
Mati no paraba de hablarles y Meli se salía de la vaina por tocarlas. Ambos estaban súper contentos, entusiasmados de poder ver a “las vacas de los cantitos” tan de cerca. Yo, feliz de verlos a ellos…
Pero no crean que sólo nosotros disfrutamos. Las vacas también tuvieron su momento de entretenimiento; no le sacaron los ojos de encima a la Tina. Supongo que en su limitada forma de ver las cosas se preguntaban cómo habría sido posible que su raza se hubiera degenerado tanto, al punto de tener frente a sus narices una extraña criatura, que sólo conservaba en parte la característica típica de su pelaje blanco y negro. “Por lo piel y huesos, no debe ser lechera”, habrá mugido alguna. “Tal vez sea la reencarnación argentina de la vaca loca”, habrá pensado otra. “Y ni que hablar de su estado de excitación. De por acá, seguro no es…”
Es una lástima que no haya tenido la cámara de fotos conmigo (Goldy se la llevó al campamento). Hubiera estado bueno retratar a todos los que fueron parte de esto.
Los dejo ahora. Tengo un libro acá al lado y realmente quiero aprochar para leer el ratito que queda antes que la casa “tome vida” (demasiado activa, por cierto) otra vez.
¡Hasta la próxima!

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