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Tengo ganas de comer algo rico", pensé mientras leia un rato. En el tiempo que se tarda en pasar de un párrafo a otro revisé mentalmente una escasa lista de opciones. Sabía que ni las alacenas ni la heladera tenían nada que me apeteciera. Seguí leyendo...
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Tengo ganas de algo saladito", volví a repetirme para mis adentros. Entre línea y línea escuchaba en mi cabeza el ruido de algo crujiente y se me hacía agua la boca pensando en todo lo que no tenía: unos conitos 3D, unos pepinitos pickles o unas saldix. Continué con la lectura y me propuse que al terminar el capítulo iría a urgar los rincones de mi alacena en búsqueda de algo que se me hubiera escapado en mi fotografía mental.
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Con algo dulce me arreglo igual", empecé a vociferar al ver un paquete de galletitas 7 semillas, algunas nuces y un paquete de harina leudante. Al abrir la heladera sentí como si el yogur, los aderezos y las zanahorias me hubiesen mirado con una sonrisa socarrona.... "Acá tampoco, lero, leroo". Pero de pronto, la gloria:
"¡
Cómo no me acordé de esto!", chillé de emoción. En frente a mis ojos, un pote (de los grandes) de helado de Samar. A juzgar por el peso, imaginé que habría una cantidad importante. Sabía también que no iba a encontrar ni dulce de leche ni chocolate, pero con suerte habría quedado algo de frutilla o de americana. Samar es palabras mayores, así que en un arrebato de desasociego, y en menos del tiempo que toma decir "mascarpone" ya estaba abriendo la tapa. De allí, al horror:
"¡
Ho-rror!", llegué a tartamudear a la vez que me desgañité, presa de la desesperación y el desánimo, pensando en quién habría sido el malnacido que había cometido semejante ultraje. Señores, en el tema heladeril hay códigos...
"¡
El que hizo esto me va a escuchar !" dije en voz alta, como para asegurarme que una vez encontrado el culpable, haría cumplir mis palabras.
"¡
No podés comprar helado de coco! ¡Y menos que menos de cereza! ¡
Simplemente, NO PO-DES!" Es imperdonable. Y para colmo, la cereza venía con pedacitos de esas frutitas abrillantadas espantosas y el coco con ralladura. Si el mal no era suficiente, tener que morder cositas es el fin.
Y para que lo sepan: el código heladeril para consumo grupal dicta que el gusto infaltable es el dulce de leche, seguido por el chocolate. Luego, la frutilla, el limón, el café o la crema del cielo, por mencionar algunos. Y nunca, nunca deben incluir cositas duras mordibles (entiéndase frutas, chispitas de chocolate, copos, almendras, etc, etc...). Esto excluye, obviamente, a los cucuruchos, potecitos de 1/4kg y similar de consumo personal.
Si, nene... ésta es una elección inteligente.*
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Y no, no conseguí fotito de Samar.