Cuando era chica, mi
papá siempre me contaba el cuento de la buena pipa. Contrariamente a la bronca
que le producía a muchos (Karina I) o al sentimiento de incredulidad que nacía
en otros: “nunca existió”, dijo alguien por ahí (Celina d G), o al deseo de que “se borre de la faz de la
tierra y que nuestros hijos no lo hereden” (Yani C), yo lo disfrutaba mucho. La
esencia misma del cuento, con su eterna repetición, lo hace inmutable. Cuando
el narrador (?!) lo comienza, nada de lo que haga o diga su interlocutor podrá
variarlo en lo más mínimo. Y así sigue,
igual, siempre… Y así es muchas veces la
vida: hay cosas que no cambian, independientemente de lo que se haga o diga a
su alrededor. Un ejemplo podría ser Goldy
y su amor por los animales. Nacido y criado en un lugar de riqueza natural
incomparable, tuvo entre sus mascotas más preciadas a perros, conejos, ¡víboras y anguilas! (por mencionar algo nomás). Ese
amor nunca va a cambiar, no importan las circunstancias. El cuento se repite…
igual, siempre…
En nuestro tiempo de novios, yo ya debería haber intuido algo… El flaco se había empecinado en
“sacarme el miedo” a algunos insectos, caracoles y víboras. Usó algunas formas
convencionales. También otras. De muchas
maneras traté de explicar, de justificarme: “no es miedo; es repulsión”, solía
decir sin mucho resultado…
Hace un par de años, mi
media naranja quiso domesticar un lagarto muy, muy grande que aparecía todos
los veranos en casa. No sé cuántas veces le pedí que no lo alimentara y cuantas
otras le rogué que “se lo llevara”… No hubo caso. Dos mordidas en el tobillo sí
pudieron, y un día más tarde, para mi alegría y tranquilidad, “Toto” (sí,
porque hasta nombre le había puesto) tenía nuevo hogar en un arroyo cercano.
Dos meses atrás comenzó la historia de la tierna Mora. Goldy no dudó por un segundo en traer
una yegua huérfana a casa muy a pesar de mis “dudas”. El patio se trasformó en granja (¡con
tranquera y todo!) y mi marido daba sus primeros pasos como veterinario de
ocasión, poniendo inyecciones en el cuello, curando bicheras, pero por sobre
todas las cosas, dando mucho amor y cuidado. Yo lo observaba con admiración.
Mora se hizo querer, pero cuando le encontramos un lugar mejor para estar,
sentí ese alivio que viene cuando las cosas vuelven a su curso normal…
El sábado Goldy estaba en la isla. Me llamó
por teléfono y en un momento me dijo: “te estoy llevando un regalo”. No hace
falta ser muy viva para saber que en la isla no hay shoppings. Mi respuesta no
se hizo esperar: “¡¡¡No traigas ningún animal!!! ¡¡¡Ninguno!!!!”. “Después
vemos”, fue su respuesta antes de cortar….
Y después lo ví: un
perrazo negro, con 5 balas en su cuerpo, afiebrado, agujereado, mal, pero mal
en serio. “Lo vamos a llevar. No podía
dejarlo allá. Si no lo hago ver, se muere.”
El viaje a casa fue en silencio. Por mi cabeza pasaban muchas cosas…
Cuando me repuse del shock, le conté que en el patio había aparecido ¡un lagarto! y le
recordé cuanto me disgustan, lo que había pasado con Toto y volví a pedirle que
no se le ocurriera empezar a alimentarlo. Solo tuve silencio como respuesta. Silencio y una sonrisa
socarrona…
Hoy tengo en casa a los animales de siempre más un perro malherido pero
recuperandosé (lo vio el veterinario, el de verdad : ¡Dante!) y un visitante
fortuito verde y amarillo que no me hace ninguna gracia.
Hace no mucho tiempo atrás descubrí que Goldy no conocía el cuento de la
buena pipa. Cargada de emoción se lo conté. Por alguna razón, a él no le
pareció emocionante. Ni siquiera entretenido. Casi diría que ni le pareció un
cuento…
Hoy, el que me está
contando el cuento a mí es él. Por alguna razón, no me parece emocionante.
Tampoco divertido. Es más, creo que esto ni siquiera es un cuento…
quiero contarte que leí recién el artículo; en este momento no me salen palabras para un comentario al respecto (siempre tengo que pensar para dar respuestas, en TODO). Pero sí quería decirte QUE ESCRIIS HERMOSO. Un beso. Tía Mirta
ResponderEliminarquise decir ESCRIBIS
ResponderEliminarGracias, tía!!! Me alegro que lo hayas disfrutado. Las palabras salen solas con semejante MUSO INSPIRADOR que tengo... :-) jajjajajaj.
ResponderEliminarSaluditos!
Buenísimo el artículo y la secuencia de los diferentes tiempos: cuando era chica... en nuestro tiempo de novios... hace un par de anios... etc. Relatado genial, pero para tu tristeza te digo que al Goldy no lo cambiás más, y cuantas oportunidades tenga de sacar un "bicho"a flote, creo que ni te pediría permiso, y le daría cobijo, si hiciera falta, dentro de la misma casa. Mora zafó, porque se patinaba en los mosaicos, pero de otros... no sé. Y no lo critico, porque teniendo el espacio de ustedes, no sé si yo no haría lo mismo!! Un beso y buena recuperación al perrazo. Mamá.
ResponderEliminar