domingo, 17 de junio de 2007

Estar o no estar...

El comercial de un conocido shampú afirma que el 89% de las madres con chicos se ha “dejado estar”. Siendo madre de un gordo de 2 años y una gorda de casi 3 meses, les puedo asegurar que ese no es mi caso. Yo no me he dejado estar. De hecho, “estoy”, y más a full que nunca. “Estoy”, en casa atendiendo a Goldy y a los chicos. “Estoy”, siempre pensando en la comida (aclaro: pensando en que hacer de comer. Ya la excusa de que vivo comiendo porque la gorda me “exprime” no me la cree nadie…). “Estoy”, tratando de tener la casa ordenada (en esto último, he fallado en varias oportunidades), etc. Si el día tuviera más horas, seguro que igual serían insuficientes. Así que en mi caso, si de “estar” se trata, aunque haya querido “dejar”, no he podido.
Es cierto que ahora los gordos me llevan mucho tiempo y he dejado de hacer muchas cosas para mí.* Algunos ejemplos: la última vez que me arreglé las uñas y me hice la “francesita” (esa que te tomas el tiempo para pintarte los bordes de blanco y bla, bla, bla…) fue antes que naciera la gorda. Ahora, con suerte, ahora me las limo. Limpieza de cutis en gabinete: la semana antes que naciera la gorda. Ahora, con suerte, una exfoliación cada tanto en casa. Lo peor: cuando voy manejando y el flequillo se va metiendo en mi ojo derecho y empiezo a ver peatones que se cruzan a cada rato, en un instinto casi suicida, frente al auto, la situación es demasiado crítica y requiere la visita ur-gen-te a la peluquería. La lista podría continuar, pero no creo que les interese demasiado.
Y bueno, hablando de “dejarse estar” o de “dejar de estar”, de “estar o no estar” y saber cual es la cuestión… déjenme contarles que si lo del párrafo anterior ya era triste, deberían verme este fin de semana. Desde el jueves que ando con una gripe bárbara y un poco de lo que parece ser gastroenteritis. Toqué fondo el viernes. Paso a hacerles un breve detalle de mi “look”. No incluyo foto, porque todavía me queda algo de dignidad…
El día entero me lo pasé en pijama, bata, pantuflas y MEDIAS ¾. Sí, medias ¾. A eso, agréguenle unas muy marcadas ojeras y una maraña amorfa sobre mi cabeza (ya que me di una ducha a la madrugada para bajar la fiebre y ni ahí tuve fuerza para siquiera desenredarme el pelo). ¿Se lo imaginan? Tristísimo.
Pero bueno, ya vendrán tiempos mejores. Lo único que espero es que no tarden mucho en venir.

*Esta reseña no debe interpretarse como queja alguna, ya que la razón por la que no tenga tiempo para cosas es la misma que me hace tan feliz todos los días, y sin la cual no podría estar: mis dos amorcitos, Mati y Meli.

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