miércoles, 20 de junio de 2007

Llamado a la solidaridad.*

Hoy recibí un forward que me envió mi santa madre. No recibo este tipo de mails de ella. Tal vez porque sabe que no soy muy santa de su devoción, pero también tal vez porque es consciente de que en general, dichos mensajes son pura porquería que carecen de veracidad y que desparraman direcciones de correo de medio planeta en cuestión de segundos. El tema es que uno se siente compelido a reenviarlos a toda su lista de contactos. De lo contrario, creemos que nos pueden llegar a catalogar de “insensibles” (¿Cómo no contarle a las personas que aprecio que el VIAGRA ES CANCERIGENO???) o tememos que “cosas terribles” nos pueden pasar (Antes, la mala suerte la traía el romper un espejo; hoy, la mala suerte la trae romper una cadena de mensajes!!!).
Cuando mi consciente madre me ha mandado mensajes de este estilo, su contenido gira en torno a temas “trascendentales” como la salud o la enfermedad, la riqueza o la pobreza, y cuestiones de similar calaña. Además, tiene el cuidado de borrar todas las dires pegadas en el cuerpo del mensaje. Hace unas semanas, me envió uno que hablaba sobre la importancia de tener bien registrados en nuestros celulares con las siglas ICE a las personas que son nuestros contactos en caso de emergencia. Este pedido lo había hecho el SAME en Buenos Aires. No me tomé el tiempo de verificar este dato, ya que igual lo creí interesante. Al rato, mi celu ya contaba con ICE1, ICE2, y por si fuera poco, ICE3. Si algo me pasara, y nadie me extrañara, ¿qué mejor que alguien para que se los recordara? Pero bueno, volviendo al tema: fiel a mis principios, no reenvié el mensaje.
Hoy me mandó otro. Seguro ustedes lo habrán recibido. Su título: “Ojo con la leche”. Hablaba sobre la pasteurización, y la repasteurización, y la repasteurización de las leches en caja y el cuidado que hay que tener con esto. El mensaje explicaba como darse cuenta de esto. Lo peor de todo es que mi curiosidad no quedó tranquila por mucho y en menos de lo que se ordeña a una vaca, estaba yo hurgando en mi heladera, verificando si los famosos numeritos en la parte inferior de la caja realmente aparecían. Pues, sí. Allí estaban. No muy convencida todavía, decidí hurgar en otro lado: internet. Aquí la cosa se complicó ya que las opiniones eran encontradas. Había varias “verdades” para estos numeritos de las cajas. El tema quedó ahí, y otra vez, fiel a mis principios, no reenvié el mensaje.
Y bueno, uno no va a estar chequeando la fuente y veracidad de cada información que recibe. Además, no podemos negar que nos divertimos leyéndola – luego de leer todita la lista de direcciones para ver si encontramos la de alguien famoso, o algún conocido al que le pedimos el rastro.


*Todos los derechos reservados. Queda prohibida su copia y pegado, total o parcial, para su reenvío por correo electrónico sin expresa autorización de la autora.
(Sí aún así, usted insiste en hacerlo, por lo menos, tenga la delicadeza de reenviarlo a sus contactos bajo la categoría CCO…)

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