martes, 29 de marzo de 2011

Oh, sus bondades...

Lo mejor de un GPS no es que te lleve a tu destino sin mayores inconvenientes . Tampoco es que te encuentre todos los estudios de abogados penalistas o los puestos de venta de rulemanes de dos hileras de bolas a rótula en un radio de unos 45km a la redonda, ponele. Su virtud principal no radica en su corrección política para reemplazar un: “gil, tres veces ya te dije que era por acá y seguís yendo en sentido opuesto”, por un: “recalculando, recalculando…”. Ni siquiera cuenta el hecho de que te avisa cuando hay un cruce en estado deplorable, alguna loma de burro, o cuando algún burro en estado deplorable está por salirte al cruce. No señores, nada de esto pone al GPS en el “top 1” de los accesorios vehiculares más preciados. 

Su valor intrínseco e inestimable  reside, ni más ni menos, en que no te mira con cara de “ya te lo dije hace veinte minutos” cuando inquirís por enésima vez – porque uno tiene derecho a preguntar por enésima vez – cuanto falta para llegar. Es el complemento ideal para el viajero ansioso, que gracias a este maravillosísimo artefacto puede hacer el seguimiento minuto a minuto de la consabida pregunta y obtener con un leve desvío de la vista y con la precisión de un relojito suizo hecho en Taiwán, el horario estimado de llegada.
Oh, los placeres que nos brinda la tecnología…

¿A qué hora calculás que llegamos?
¿Estamos por llegar?
¿Falta mucho?
¿Llegamos?
Uf...

1 comentario:

  1. jajajaja-
    eso si, si viajas conmigo la hora no importa porque yo aunque ando con GPS, me pierdo y termino llegando 3 horas mas tarde.
    Eso si. El GPS lo tenemos en silencio desde la ultima vez que me re calente con la mina que me hablaba y tire el GPS a la miercoles y tuvimos que comprar otro.
    Violenta yo?
    Jajajajajaj
    En la ruta, si. :)

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