jueves, 15 de agosto de 2013

El Mago Merlín

Hoy Mati y Meli se estaban peleando por un juguete. Sí, de los 150 que había tirados por el piso, oh casualidad, justo los dos "necesitaban jugar con e-se". Primero arranqué por el diálogo tranquilo: "¿como les parece que pueden resolver esto? ¿No hay otro juguete que alguno de ustedes pueda usar por un rato y luego hacen el cambio? Los turnos suelen funcionar muy bien." Pues no; no funcionó. Los gordos seguían empecinados en tener el juguete. Los dejé un rato para ver como continuaba la contienda.

Pasado un rato, volví a entromenterme, más que nada porque los decibles subían y mi paciencia bajaba, exactamente de forma proporcional. Ofrecí opciones de juegos y de actividades, pero hacía rato que había dejado de ser por el juego. Ahora era por orgullo.  

Finalmente llegué a mi límite de tolerancia así que me volví a levantar de la silla y con paso firme me acerqué a ellos. El diálogo fue así:

Yo: ¡O la cortan, o hago desaparecer el juguete!
Mati: ¿Y cómo lo vas a hacer desaparecer?
Yo (que me pregunto en silencio ¿Cómo? ¿No me dicen que no? ¿No me ruegan y me prometen que, finalmente, la van a cortar?): ¡Lo voy a tirar a la basura!
Mati: ¡¡Ahhhhh, pero Goldy hace trucos y lo desaparece con las manos!!  



                                    Muchachos, vamos ordenando o si no, les hago desaparecer todo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Meli súper poderosa.

Con un palo en alto a manera de espada y algunos intentos fallidos de vuelo, Meli corría por el pasillo gritando: "¡¡SOY UNA SÚPER HÉRUA!! ¡¡SOY UNA SÚPER HÉRUA!!".

Yo: ¿Ah, si? ¿Y qué súper poder tenés?
Meli (con su dedito índice apuntando hacia arriba y girándolo rápidamente): Tengo el poder de los torbellinos.
Yo: ¿Posta? ¿Y que hacés con ese poder?
Meli: Atrapo a todos los malvados. Los pongo ahí adentro.
Yo: ¡Buenísimo! ¿Y después, qué hacés con los  malvados?
Meli: ¡Pff! ¡Me los como, obvio!

(No daba decirle a la gorda que con esta actitud, califica más para villana, ¿no?)

huracán 
Bien...a salvar al mundo... que tengo hambre.



¿Querés otra de súper héroes, pero de los reales? Tomá, acá tenés.

sábado, 25 de mayo de 2013

Tina, la versión perruna del Ave Fénix...



Tina estuvo en muchas oportunidades más cerca del “más allá” que del “más acá”. Su historia clínica arranca de bien chiquita. La versión oficial la tiene Dante, su veterinario, pero nosotros hicimos su primer diagnóstico de importancia a las semanas de nacida: hiperquinética y ladradora compulsiva, características que,  casi 15 años después,  mantiene inalterables.

Para hacer un repaso breve, la gorda debutó como habitué de la vete con una terrible infección en las trompas de Falopio que casi la mata por la hemorragia provocada, al añito de vida. Luego de una cirugía de emergencia que terminó sacándole el útero, la gorda se recuperaba bien…

Al tiempo descubrimos que no toleraba nada sólido. Na-da. Lo que comía, automáticamente lo devolvía. Luego de consultas con muchos veterinarios (Dante, colegas de Dante en Diamante, “Tati”, un vete de Tandil), radiografías, análisis y estudios confirmamos y reconfirmamos el diagnóstico de Dante: megaesófago, una condición que complicaba todo el proceso de deglución y que no podía ser tratada. De allí, y por los siguientes 12 años vivió a licuados. Balanceado hidratado y procesado, comida licuada, etc…. Por alguna rareza de la vida, hace unos meses atrás se “curó” (mi teoría es que por su edad avanzada, todo se le puso “más laxo”… ¿se entiende?).

En otra oportunidad, Tina casi se muere envenenada. Era una época en la que algún malnacido creía que la solución para que no hubiese perros en la calle era tirar pedazos de carne con estricnina. La gorda comió, y…. ¡gracias a su megaesófago!  vomitó casi todo y le dio tiempo a Dante a llegar y salvarla. No contenta con esta hazaña, transcurrida una hora, la perra se escapó y se fue a comer la carne que quedaba. ¿Podés creer? Y así, Dante volvía a casa con su colección de jeringas para salvarla. Otra vez. En el día.

Como resultado de no tener su aparato reproductor, al tiempo la gorda comenzó con incontinencia urinaria. (Lector, a vos te digo… esto viene para rato…). Yo, que en esa época no tenía chicos, me levantaba entre dos y tres veces por noche a cambiar todos los trapos de su “cuna” cuando ella venía hasta mi cama a “avisarme” (que estuvo bueno… me dio la práctica y la paciencia que años más tarde necesitaría para cambiar pañales con la misma frecuencia y bajo las mismas condiciones de somnolencia – el dicho reza: “no hay mal que por bien no venga”.)

La medicación la ayudó bastante, pero cuando vimos que teníamos que ir subiendo la dosis cada vez más, Dante me dijo: “¿La operamos?” “Y dale, le dije… si voy a zafar de levantarme 3 veces por noche, de dar pastillitas 2 veces por día, daaaale para adelante”. Y marchó cirugía nomás… con resultados excelentes.

Luego de esto, le dimos un respiro a Dante y lo visitamos con menor frecuencia por nimiedades como vacunas, antiparasitarios y algún que otro antipulga.

Pero la racha no se hizo esperar. En un ataque frenético por perseguir a un perrito, Tina cruzó la calle sin mirar antes a ambos lados. Error. La atropelló una Kawasaki pistera que venía al palo. Resultado: Tina con algunos golpes medianamente serios y un desgarre de pata / ingle. Al día siguiente, a la gorda le hacían su tercer cirugía. Cuando le dieron el alta y la fuimos a buscar nos enteramos del mega-combo: “Las palabras del vete: “Ah, y ya que estaba cerca, le saqué esos dos quistes cebáceos grandes que tenía en el abdomen”. ¡¡Un capo!!

El año pasado, por terca y seguir con el patrón de “cruzo y no miro, ¿total para qué?”, combinado con su poca visión y audición, producto de los años, la perra quedó por unos minutos atrapada debajo de un 207. Gracias a Dios no la aplastaron las ruedas, pero sí se ligó flor de revolcada por el asfalto. Pasado el susto inicial, fue atendida como corresponde y solo se ligó algunos puntos en los cortes más profundos.

Lo que ocurrió 7 días después NO ME LO VAS A CREER. Entrando el auto al garaje, Goldy sintió “algo debajo de la rueda”. ¡¡¡Era la Tina que se le cruzó adelante, vaya a saber por qué!!! ¡Atropellada por el amo! Quince minutos más tarde, estaba por enésima vez en la reluciente camilla metálica de la veterinaria. Era tarde a la noche. “Vayan tranquilos, chicos. Yo acá tengo para rato”, nos dijo Dante. “Vengan a verla mañana”. Y al día siguiente nos encontramos con una perra de buen ánimo, con toda una pata rasurada y unos cuantos puntos más. Volvimos a casa con la perra y unas varias tiritas de antibióticos….

Hoy la perra me dio otro susto. Bajando atolondradamente del baúl del auto se arrancó de cuajo una uña. “Una pavada”, podrán pensar. No. Por ahí pasa una arteria así que la gorda no paraba de sangrar. Y no paraba,  y no paraba. Me asusté. Hablé con Dante. Luego vino un amigo médico (grande, Cuchín!) que le hizo una curación y un vendaje. Volví a hablar con Dante. Parece que está todo bien, pero esto se parece al cuento de la buena pipa…

miércoles, 13 de marzo de 2013

¡Quisiera ser el pollito Pío abajo del tractor!

¡Matame ya! ¡Y que sea rápido! Estoy en el punto sin retorno. Desde acá solo se ve oscuridad. Y se escuchan ruidos extraños (que algunos confundirían con música). Pero no, les aseguro que no es música. Es solo un repetido (y pegadizo, ¡maldición!) "chiqui-chi, chiqui-chiiii, chiqui-chi, chiqui-chiiiiiii" que se prolonga indefinidamente...

¡Y lo peor es que escucho voces! Cada palabra que osan pronunciar lastima más profundamente mis tímpanos y dicen cosas que van en contra de todo lo que alguna vez aprendí. El tormento es indescriptible....

Algo de culpa tengo, debo reconocerlo. Crucé la línea cuando decidí escuchar hasta el final la entrevista que le hizo la televisión británica a Carlitos Tevez cuando sus días en el Manchester City peligraban. Los oídos dolían, sí, pero seguí enfrente a la pantalla... El Apache le ponía onda, no digan que no.

Pero estas voces son distintas. Atormentan sin necesidad. Y para colmo, no hablan. ¡Cantan! ¡Y cantan cumbia! ¡Y en inglés!




"GUAN ESTRIT OF SEPAREISHON" 
Hacé click si te animás... pero te advierto... ¡de ahí NO SE VUELVE!

jueves, 7 de marzo de 2013

Vos, Sudoku; yo, Scrabble



Tener a dos nenes en edad escolar equivale a pasar un rato de cada tarde ayudando en las tareas. Meli todavía no tiene mucho… Así y todo, lo que le ha tocado hacer fue importantísimo para ella. Deberían haberle visto su cara de emoción cuando llegó el otro día diciendo que tenía la primera. Había que “pintar muy lindo y prolijito” un dibujo.

La historia de Mati es distinta. Desde el año pasado tiene tareas todos los días de lunes a jueves. Están muy bien planificadas porque a los chicos les lleva relativamente poco tiempo pero les ayuda a crear un hábito de constancia. Y es este contexto que con Goldy hemos delimitado bien nuestras tareas: él está con Mati cuando hay deberes de matemática y yo cuando hay cosas de lengua. La distribución no podría haber sido mejor.

El flaco es de pocas palabras. Su lema es: "se habla o escribe cuando hace falta y se va al punto". Eso de buscar sinónimos, pensar en antónimos y revisar ortografía son cosas que hábilmente delega. A Microsoft Word.

Por mi parte, creo que si me lo propusiera podría reaprender las tablas, pero mis habilidades cognitivas simplemente no me permitirían volver a hacer divisiones en el papel, esas que terminan con un rulito dado vuelta…

En fin… cada uno, feliz con lo suyo. Y hablando de felicidad… ayer dis-fru-té la tarea con Mati. Las instrucciones eran precisas: escribir una historia que tenga las siguientes palabras: árbol, plaza, perro, gato, paloma, pelota.

Mati se sentó en la mesa y luego de leer las instrucciones quiso comenzar a escribir. Ahí, mi frenada en seco. “Mi amor, no podés empezar a escribir tu historia si no tenés más o menos una idea de qué va a ocurrir” (nota: si por casualidad alguno de mis alumnos lee esto les digo: sí, a esto se le llama “brainstorming y sí, le dije a mi hijo que lo hiciera). Ahí se puso a pensar y a divagar… y después de un rato comenzó a escribir. Al terminar la historia, que incluía entre sus personajes a un “perro furioso que estaba oliendo flores”, le pedí que me la leyera. A él le gustó. A mí me encantó. Por supuesto, luego hicimos una repasadita para corregir algunos errores de ortografía (nota 2: si por casualidad alguno de mis alumnos lee esto les digo: sí, a esto se le llama “editing” y sí, le dije a mi hijo que lo hiciera).  Todo había quedado muy bien. Para concluir, y con letras más grandes escribió:

FIN

domingo, 20 de enero de 2013

El mejor ataque es la defensa.

Estábamos a un metro y medio de distancia, frente a frente. Yo la miraba fijamente. Ella, muy por lo bajito, también. Lo sé.

Por un momento, las dos nos quedamos inmóviles, como sin saber que hacer. Pero yo sí sabía qué hacer. Y ella también. No lo dudo.

De pronto, ella hizo un paso rápido y yo retrocedí dos.
Era mi turno. Hice un solo movimiento calculado. Ella, rápidamente hizo ocho pasos para atrás.

Después me dicen que en estas situaciones yo tiendo a exagerar y a ser miedosa.

Ahora pregunto:: Yo retrocedí tres pasos. ¡Ella ocho! ¿Quién es la miedosa y exagerada? ¡¡¡¿¿¿¿La araña o yo????!!!!



martes, 15 de enero de 2013

¿Querés que te cuente el cuento de la buena pipa?



Cuando era chica, mi papá siempre me contaba el cuento de la buena pipa. Contrariamente a la bronca que le producía a muchos (Karina I) o al sentimiento de incredulidad que nacía en otros: “nunca existió”, dijo alguien por ahí (Celina d G), o  al deseo de que “se borre de la faz de la tierra y que nuestros hijos no lo hereden” (Yani C), yo lo disfrutaba mucho. La esencia misma del cuento, con su eterna repetición, lo hace inmutable. Cuando el narrador (?!) lo comienza, nada de lo que haga o diga su interlocutor podrá variarlo en lo más mínimo.  Y así sigue, igual, siempre…  Y así es muchas veces la vida: hay cosas que no cambian,  independientemente de lo que se haga o diga a su alrededor.  Un ejemplo podría ser Goldy y su amor por los animales. Nacido y criado en un lugar de riqueza natural incomparable, tuvo entre sus mascotas más preciadas a perros, conejos, ¡víboras  y anguilas! (por mencionar algo nomás). Ese amor nunca va a cambiar, no importan las circunstancias. El cuento se repite… igual, siempre…

En nuestro tiempo de novios, yo ya debería haber intuido algo… El flaco se había empecinado en “sacarme el miedo” a algunos insectos, caracoles y víboras. Usó algunas formas convencionales. También otras.  De muchas maneras traté de explicar, de justificarme: “no es miedo; es repulsión”, solía decir sin mucho resultado…

Hace un par de años, mi media naranja quiso domesticar un lagarto muy, muy grande que aparecía todos los veranos en casa. No sé cuántas veces le pedí que no lo alimentara y cuantas otras le rogué que “se lo llevara”… No hubo caso. Dos mordidas en el tobillo sí pudieron, y un día más tarde, para mi alegría y tranquilidad, “Toto” (sí, porque hasta nombre le había puesto) tenía nuevo hogar en un arroyo cercano.

Dos meses atrás comenzó la historia de la tierna Mora. Goldy no dudó por un segundo en traer una yegua huérfana a casa muy a pesar de mis “dudas”.  El patio se trasformó en granja (¡con tranquera y todo!) y mi marido daba sus primeros pasos como veterinario de ocasión, poniendo inyecciones en el cuello, curando bicheras, pero por sobre todas las cosas, dando mucho amor y cuidado. Yo lo observaba con admiración. Mora se hizo querer, pero cuando le encontramos un lugar mejor para estar, sentí ese alivio que viene cuando las cosas vuelven a su curso normal…

El sábado Goldy estaba en  la isla. Me llamó por teléfono y en un momento me dijo: “te estoy llevando un regalo”. No hace falta ser muy viva para saber que en la isla no hay shoppings. Mi respuesta no se hizo esperar: “¡¡¡No traigas ningún animal!!! ¡¡¡Ninguno!!!!”. “Después vemos”, fue su respuesta antes de cortar….

 Y después lo ví: un perrazo negro, con 5 balas en su cuerpo, afiebrado, agujereado, mal, pero mal en serio.  “Lo vamos a llevar. No podía dejarlo allá. Si no lo hago ver, se muere.”  El viaje a casa fue en silencio. Por mi cabeza pasaban muchas cosas… Cuando me repuse del shock, le conté que en el patio había aparecido ¡un lagarto! y le recordé cuanto me disgustan, lo que había pasado con Toto y volví a pedirle que no se le ocurriera empezar a alimentarlo. Solo tuve silencio como respuesta. Silencio y una sonrisa socarrona…

Hoy tengo en casa a los animales de siempre más un perro malherido pero recuperandosé (lo vio el veterinario, el de verdad : ¡Dante!) y un visitante fortuito verde y amarillo que no me hace ninguna gracia.

Hace no mucho tiempo atrás descubrí que Goldy no conocía el cuento de la buena pipa. Cargada de emoción se lo conté. Por alguna razón, a él no le pareció emocionante. Ni siquiera entretenido. Casi diría que ni le pareció un cuento… 

Hoy, el que me está contando el cuento a mí es él. Por alguna razón, no me parece emocionante. Tampoco divertido. Es más, creo que esto ni siquiera es un cuento…

viernes, 4 de enero de 2013

Mora: la historia continua...

Luego de un mes y medio en casa, Mora ya era parte de la familia. Todos nos adaptamos a las nuevas rutinas: saltar la "tranquera" (o abrirla, pero daba más fiaca) para ir al patio trasero, preparar bidones de 5lts para las mamaderas 2 veces por día, no cortar el pasto para que ella tuviera que comer, etc.

A la yegüita se la veía feliz. Y cuando escuchaba la voz de Goldy, se ponía inquieta esperando que él viniera hasta ella. Le gustaban los baños (¿se baña a los caballos como se los baña a los perros?) y cada tanto logramos que saliera a caminar un poco. Todo bien. Pero ése no era el mejor ambiente para ella. Estaba siendo criada (con las mejores intenciones y con lo que teníamos a mano) con amor, pero como si fuera una mascotita...

Pero luego, el milagro. Como resultado de una charla de pasillo entre un amigo (¡grande, Cucho!) y alguien más dimos con una familia que, sin conocernos, se ofreció a cuidar a Mora en su campo. Para hacer la historia breve: en dos días, Mora estaba yendo a lo que sería su nuevo hogar (todavía no sabemos por cuanto tiempo).



 Rumbo al campo... 


 Carlos, la yegua y su potrillo de dos meses.
 Haciendo las presentaciones... :-)

 El potrillo tomando leche. Mora, ni idea qué es eso.

 
 Mientras tanto en el gallinero.... 


Mora y el potrillito al día siguiente.



Estamos contentos porque Mora está súper bien cuidada (¡y querida!) y porque conocimos a una familia con un corazón de oro que nos abrió las puertas de su casa y nos brindó su ayuda desinteresada.

Veremos como sigue esta historia... :-)