jueves, 3 de julio de 2008

¿Para qué sirve un blog?

Como docente, estoy acostumbrada a hacer preguntas. Me gusta preguntarle cosas a mis alumnos, pero nunca me conformo con un “esto es así” por parte de ellos. Disfruto… DIS-FRU-TO… hacerles trabajar las neuronas con un “¿por qué? Ese tipo de preguntas son las que me hacen ver que no han estudiado de memoria, que pueden relacionar los conceptos estudiados, que entienden el funcionamiento de las cosas. Disfruto ver como aprenden… (pero también disfruto verles las caras de pánico cuando les lanzo las preguntas, ver como giran sus ojos para todos lados, como si las respuestas estuvieran escritas en el techo, las paredes, el piso o en MI PROPIA FRENTE. Jua, jua, jua, jua!!!) Salvo algunos casos, luego de tan intensa búsqueda dan respuestas satisfactorias. ¡Qué placer!

El hecho de estar sentada detrás del escritorio, y no del pupitre (¿sigue existiendo esa palabra?) también tiene su toque positivo. Es el lugar relajado de la situación, el lugar en donde (se supone) que está el control.

Y por mucho tiempo he podido disfrutar de esta posición de privilegio, que ahora mi hijo de 3 años y 3 meses ha invertido. El gordo me ha vuelto a sentar en el pupitre; me hace retorcer las neuronas, y por más que busco en el techo, las paredes o el piso, en general me cuesta mucho darle una respuesta que él encuentre satisfactoria.

Pensé que mis años de trabajar con chicos del secundario me habían dotado de una paciencia increíble, capaz de lidiar con cuestionamientos de lo más ilógicos, pero NO. Eso tampoco ha ayudado.

Pero como si esto fuera poco, yo me venía preparando para que Mati empezara con sus porqués y al loco se le ocurrió empezar con un “¿Para qué sirve?”. ¡Me re-descolocó!

Hasta ahora pude pilotear un: “Mamá, ¿para qué sirve la nariz?”. Pero cuando Mati me señaló un embutido de la góndola de fríos del súper y me dijo: “Mamá, ¿para qué sirve eso?”, debo reconocer que no fui muy convincente con mis respuestas, así que a esa pregunta inicial, le siguieron otras tres iguales. El diálogo fue más o menos así

Mati: Mamá, ¿para qué sirve eso?

Yo: (apurada, eligiendo los yogures, la leche y la crema): Para comer.

Mati: Mami, ¿pero para qué sirve eso?

Yo: Para poner adentro de los sandwichitos.

Mati: Mami, ¿pero para QUÉ sirve eso?

Yo: (empezando a devanarme los sesos para buscar un argumento lo suficientemente atractivo y convincente que calmara la curiosidad del gordo o, en su defecto, algo que desviara su atención hacia otra cosa, temiendo escuchar la misma pregunta por cuarta vez, opté por lo segundo): Mati, ¿cual Danette querés?

Mati: El de dulce de leche, mami.

No fue de lo mejor que podría haber dicho, pero me apabulló. Todavía no estaba preparada para largar tanto (des)-conocimiento de golpe… Supongo que el tiempo probará si esto fue lo más acertado.

Y hablando de preguntas y respuestas,

¡NO SE OLVIDEN DEL PING-PONG DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE FELIZ DOMINGO! (Y por ende, ¡¡¡DE LOS INFELICES QUE PIFIABAN UNA TRAS OTRA!!!)

No hay comentarios:

Publicar un comentario