jueves, 1 de mayo de 2008

Cada loco con su te-ma...

Recuerdo que fue en mis épocas de estudiante universitaria donde me hice amiga del mate. Muy pocas veces había tomado antes, pero no pasó mucho para que esta infusión tan típica argentina se convirtiera en compañera infaltable tanto en las solitarias horas de estudio como en las rondas de charlas con amigos.

Fue también en esa época que empecé a descubrir que puede ser que "el sentimiento del mate" sea uno sólo, pero que para gustos, NO HAY NADA ESCRITO. Igualmente, por una cuestión de cortesía si uno no es el cebador, se tiene que bancar lo que venga…

Nunca me voy a olvidar de "Kiki", una paraguaya muy piola – pero que roncaba como desgraciada y …. Sí, me estoy yendo del tema, así que retomo – con la cual viví por casi un cuatrimestre. Por las cantidades de mate que tomaba, todavía no sé cómo fue que su piel nunca tomó un color verduzco, aunque intuyo que los paraguayos tienen un poco de sangre azul y por lo tanto, contrarrestaba… La cuestión era que cuando ella preparaba el mate, había que aguantar mates muuuy amargos y que nuuuunca se lavaban (sabía muy bien el secreto para que no se lavaran).

Si de casualidad alguna vez mi amiga Laura preparaba uno, yo ya sabía que no debía alejarme demasiado del baño: mates fríos y dulces pueden ser una combinación peligrosa. Después estaban los de Maie, una correntina que sólo tomaba "Playadito". Y bueno, cada uno tenía sus preferencias.

Recuerdo también a los primeros grupos de A.C.A (Adventist Colleges Abroad) . Eran los primeros años de encontrarnos con chicos americanos que venían en bandadas. A todos les llamaba la atención el mate y a muchos les gustaba, pero… en muchos casos ellos iban y se compraban sus propios mates y bombillas… PARA TOMAR SOLOS!! En las rondas, cada "yanqui" tenía el suyo. Me daba mucha gracia y hasta consideraba un tanto ridículo su proceder (sin ponerme en sus zapatos culturales, claro…).

Pero ahora, como pueden apreciar en la foto, en casa no distamos tanto de tanta ridiculez. La foto la saqué el otro día ante el shock que me produjo ver todos esos mates en una sola casa.

Paso a contarles: de derecha a izquierda, mates, dueños y gustos.

El primero es de Goldy (¿pueden ver que le grabé el nombre?). Él prefiere las yerbas con yuyos (puaj!), y para endulzar, sólo azúcar – que agrega cada mate por medio (puaj x 2!!!). Además, sus mates tienen que estar bien calientes (y si el agua hirvió, no importa… (puaj!!!!!). Eso sí, una vez que se lavan, chau.

El siguiente es el mío, más humilde en tamaño. Nunca uso yerbas fuertes, pero tampoco las de yuyos (por el momento, mi favorita es "Mañanita, suave". Le pongo edulcorante al primer mate, y ya con eso lo considero endulzado para toda la cebada. Me gustan los mates calientes, pero si se enfrían o se lavan, tampoco me hago demasiado drama – a veces tomo con los palitos flotando. Sé que a muchos esto le revuelve el estómago. Jua, jua, jua, jua!!! Ah, y el agua, siempre en termo. Me embola andar recalentando el agua a cada rato, pero vieron… algunos disfrutan el hecho de llevar la pava a cada ratito el fuego… es parte inseparable del proceso, parece.

Después viene mi vaso de tereré (el día de la foto tomé mate a la mañana y tere a la tarde por el calor). Siempre lo preparo con jugos cítricos y cuando puedo le agrego unas hojas de menta, pero ahí termina la ciencia.

Por último está el mate de mamá: el de metal. Por su tamaño, tranquilamente se podría confundir con un dedal. Ella tipifica una clásica: yerba común (nada de hierbas y demás), azúcar (nada de edulcorante, eh!!) al primero y agua en pava.

Y es así como cada uno, como en cada cuestión de la vida, tiene sus gustos y preferencias. Imagino que cada lector tendrá los suyos, y es posible que no se hayan podido identificar con ninguna de las descripciones anteriores. Si es así, termino con un refrán para que todos nos sintamos incluidos:

"Cada loco con su mate tema".

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