El tema fue que anoche, el chanchito-alcancía de Mati le permitió a un buen puñado de monedas de $1 volver a ver la luz del sol. Habíamos charlado con el gordo de que con ese dinero compraríamos otra estación de servicio para reemplazar a la anterior (que ha había tenido dueño previo - si entienden lo que digo – y ya había cumplido su función…). Y bueno, luego de apartar algunas moneditas “para Jesús” (como dijo él) y prepararlas para llevarlas el sábado a la iglesia, el gordo puso el resto en un balde y se fue a dormir con la idea del nuevo juguete en mente.
Hoy en la juguetería, cuando nos atendieron y le dije al vendedor que Mati pagaría su propio juguete, vi como varios de los otros clientes, el cajero y dos vendedoras más se dieron vuelta para mirarlo y empezaron a cuchichear. Una vez que llegué a la caja, Mati le entregó su bolsita de monedas. Para esta altura, el cajero ya se dirigía al gordo como “señor” y la monjita que estaba detrás nuestro para pagar lo suyo le decía a la chica de detrás del mostrador: “qué ternura ese nenito…”.
Nunca me imaginé que una simple compra pudiera causar tanto alboroto. Al “señor”, hasta le terminaron regalando unas calcomanías de “Cars”. ¿Será que nunca vieron a un nene comprar su propio juguete? La verdad, me llamó bastante la atención.
Pero bueno, el gordo casi ni aguantó y ni bien terminó de comer se puso a jugar. Se pasó el día EN-TE-RO con su “rampa”. Meli, por supuesto, también quería ser parte del juego y eso causó algunos conflictos fraternales…
Acá están unas fotos de Mati para que vean que no hay refrán más acertado en este caso que: “como niño con juguete nuevo”.
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