jueves, 5 de junio de 2008

Apuretes que terminan mal.

Antes de salir a clases hoy me di un FLOR de porrazo. Porrazo de esos que hasta a uno lo hacen desternillar de risa. Fue una caída muy tonta, pero por la forma en que sentí que revoloteaban mis piernas y brazos y por la manera en que me encontró Goldy en el piso, supongo que tuve suerte de que no me pasara nada.

Ya en el piso, y consciente de que estaba bien, me empecé a reír como loca imaginándome caer: mi imagen en picada vista desde varios ángulos -- al mejor estilo Matrix – evitaban que pudiera contarle a Goldy lo ocurrido (quién llegó movido por la curiosidad de mi grito y el estampido que di contra el piso). El, al intentar ayudarme a levantarme también emanó un par de risitas, pero más apagadas por cortesía y porque a esa altura todavía no sabía si yo me reía o estaba llorando del dolor. Ante la duda, se portó como un caballero…

Les cuento esto porque al salir de casa le dije a Goldy: “¿Te imaginás si esto me pasaba al entrar al aula?” ¡Para qué! Toda la tarde me persiguió ese miedo. No el miedo a una caída, sino ¡el miedo a una caída con público! Eso sí que puede ser aterrador.

La moraleja: apuretes y botas con tacos muuuy altos no son una sabia combinación.

Y hablando de malas decisiones…

¡NO SE OLVIDEN DE LOS JEANS “NEVADOS”!

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