domingo, 24 de febrero de 2008

La ratoncita de campo y la ratoncita de ciudad. Parte II

Unas semanas más tarde, Anivlis llegó a la gran ciudad. Esperaba que su amiga la fuera a recibir – como ella había hecho cuando Arual había ido a visitarla -- pero no logró verla entre la cantidad de roedores que deambulaban la zona. “Debe estar por aquí”, pensó mientras pasaba el rato y su nerviosismo se incrementaba.

Una hora más tarde logró divisar a lo lejos a su amiga, que un tanto sudada y con cara de haber corrido bastante se acercó y le dijo: “Si hubiera sabido que todos los ratones de las madrigueras del sur iban a cortar el camino por la falta de queso, hubiera salido antes hacia aquí.”

Durante el camino hacia la madriguera de Arual, ambas hablaron acerca de todo lo que harían durante el fin de semana que pasarían juntas.

“Hay muchos lugares que debes conocer”, comentó Arual. “Aquí puedes encontrar muchas cosas para divertirte. Esta noche iremos a…”

Pero tanta charla sobre los planes que tenían hizo que la hora pasara y cuando ambas se dieron cuenta ya estaban cansadas y decidieron quedarse esa noche en la casa. Al día siguiente, Arual se levantó temprano y le dijo a su amiga: “Si quieres seguir el ritmo de esta maravillosa ciudad, debes levantarte temprano y salir a trabajar antes que salga el sol. Estaré fuera todo el día. Tú puedes hacer lo que quieras. Nos veremos luego.”

A Anivlis el tiempo se le pasó volando con tantas cosas nuevas. Además, sobre la mesa de luz de su amiga había un diario de la semana anterior y como las noticias ya “eran historia”, se puso a leer los clasificados. Llegó a la sección de “ofrecidos” y allí leyó: “Se necesita ratoncita trabajadora para puesto administrativo. Tratar en el Zoo (o cerca…)”.

“Esto es para mí”, se dijo. Y sin dudarlo fue rápido fue a la entrevista.

Cuando la ratoncita de ciudad llegó de su trabajo, Anivlis la esperaba con la cena lista.

-“Sabes”, dijo Anivlis. “Tengo una sorpresa”.

-“¿Ah, si?

-“He conseguido un trabajo aquí, por lo tanto me mudaré a esta gran ciudad.”

- “Eso es muy bueno. ¿Cuándo comienzas a trabajar?”

- “Ni bien pueda, y ni bien consiga un lugar donde vivir.”

- “Por eso no hay problema, puedes quedarte aquí cuanto tiempo necesites.”

Y así fue que luego de conocer lo que la ciudad le ofrecía, la ratoncita de campo decidió dejar su apacible, pero un tanto monótona vida para iniciar una nueva etapa llena de expectativas e ilusión.

Y colorín colorado, esta fábula ha acabado.

NOTA: A diferencia de todas las fábulas, esta NO tiene una moraleja. Aunque si encuentran una, déjenla en los comentarios.

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