miércoles, 20 de febrero de 2008

Las fábulas de Esopo.

Esta es una adaptación de la conocida fábula de Esopo llamada “El ratón de campo y el ratón de ciudad” (para leer una versión más cercana a la original, picar acá).

Como toda obra de ficción, cualquier semejanza con la realidad ya sea de situaciones, lugares o personajes, es pura coincidencia y nada tiene que ver con la intención de la autora al publicar esta obra.

Sin más preámbulos: “La ratoncita de campo y la ratoncita de ciudad.” Por Titi.

PARTE I

Había una vez dos ratoncitas: una de ellas vivía el campo y la otra en la gran ciudad. La ratoncita de campo se llamaba Anivlis y la de ciudad, Arual. Ambas habían sido amigas desde sus tiernos años y ahora la distancia las había separado.

Un día, la ratoncita del campo pensó: “Hace mucho que no veo a mi amiga. Todo lo que escuché de ella es que lleva una vida muy agitada en la gran ciudad. Tal vez pueda invitarla a que venga a visitarme y así logre que descanse un poco.” Sin más, Anivlis tomó lápiz y papel y le escribió a su amiga. (Recuerden que está en el campo… ¡No tiene acceso a internet!)

Un par de semanas más tarde, Arual llegaba a San Martininano, un pueblo muy pequeño, cuyo nombre hacía honor a un afamado y apuesto chef. Su amiga ya la estaba esperando en la vacía y vieja estación. Se saludaron muy efusivamente -- tanto que la ratoncita de ciudad se sonrojó y rápidamente se hizo a un lado -- y luego emprendieron el camino rumbo a la casa de Anivlis.

Una vez allí, refugiadas del calor infernal de la calle, se pusieron a conversar para ponerse al día de sus vidas.

Arual: ¿Y qué es lo que haces todo el día aquí?

Anivlis: Durante el día (hago que) trabajo, busco mi comida y generalmente la comparto con algunos otros amigos de madrigueras cercanas, a quienes nos gusta mucho sentarnos debajo de este árbol para ver el atardecer y conversar de nuestras cosas. Durante el fin de semana suelo salir en largas caminatas por caminos alejados. Es muy reconfortante encontrarse en medio del silencio y la tranquilidad.

Arual: ¿Eso es todo? ¿Qué haces para divertirte?

No entendiendo muy bien las preguntas, Anivlis respondió: “Me divierte estar con amigos.”

Al día siguiente, la ratoncita de campo llevó a su amiga a un paseo por unos campos de trigo. “Lo bueno de estar aquí,” dijo, “es que además de estar en contacto con la naturaleza, tienes comida gratis hasta hartarte.” Si bien Arual disfrutó la caminata, ésta le pareció un poco aburrida, pero para no ofender a su amiga, que tanto había hecho para ella se sintiera a gusto, caminó en silencio el último tramo del camino.

Tres días después de su llegada, Arual ya extrañaba la vorágine a la que estaba acostumbrada. Con la excepción de las chicharras que cantaban todo el día en los árboles y algún que otro gato en celo aullando a lo lejos, no había más ruidos con los cuales llenar sus oídos. Nada interesante pasaba allí, y cansada de que fueran los pájaros en las ventanas y no la sirena de alguna ambulancia lo que la despertara por la mañana, Arual decidió que ya había tenido suficiente y que debía emprender su regreso. Antes de irse le dijo a su amiga: -“He disfrutado de tu compañía aquí. Sin embargo, creo que tu vida es muy monótona y que deberías conocer todo lo que la gran ciudad tiene para ofrecer.”

Intrigada por esta afirmación, la ratoncita de campo le dijo a su amiga Arual: “De acuerdo, iré allí muy pronto.” Y allí se despidieron.

CONTINUARÁ...

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